jueves, 12 de diciembre de 2013

Me da una hostia.

Me da una hostia. Bueno, no exactamente una hostia, más bien me golpea el pecho y me lo agarra clavándome las uñas.

-Si vuelves a hacer eso te mato, hijo de puta-dice con voz ahogada.

No puedo evitar fijarme en las gotas de sudor que me resbalan por dónde ella me agarra. De todos modos tiene razón. Es la tercera vez en este polvo que se me sale justo cuando ella hace ese grito estrangulado y sin sonido que precede a su orgasmo. Pero joder, no puedo evitarlo, voy demasiado borracho.

-¿Te crees que es aposta, joder?-le espeto frustrado.


Vuelvo manos a la obra. En el segundo en el que me doy cuenta de que me va a fallar el brazo y voy a caer encima de ella voy tan borracho que empiezo a reírme aún antes de que pase. “Ya verás que hostia me como” pienso como un tonto.

El vacío I

¿Nunca os ha pasado que os levantáis con una extraña ansiedad por todo el cuerpo? De esos días que te levantas y después de mear y lavarte la cara lo primero que haces es liarte un cigarrillo antes de desayunar y mirar fijamente el techo. Que decides que no vale la pena desayunar. Que sentencias entre dientes cada cinco minutos que no vale la pena nada. Pero te levantas de la silla y como tantas otras veces repites el ciclo que sabes que no tiene sentido. Te vistes, coges el coche, vas a clase. Pasas la mañana en el portátil, sin prestar atención al profesor, o en la cantina si tienes suerte y tienes un par de euros para un litro. Después de ir a clase quedas con ella. Os fumáis un porro. Folláis. Te vuelves a fumar un porro. Vuelves a casa. Y ni siquiera te apetece comer. ¿Y hacer algo más de ejercicio? Quizás es eso. Últimamente el único ejercicio que haces es follar. Te subes a esa bici estática que trajeron por reyes y que tu madre ya no usa nunca. Luego unas flexiones, abdominales, dominadas…un poquito de todo. Hasta que te duela. Una duchita. Plantarse frente al ordenador. Tampoco. Sigues con esa necesidad. Sales, te pones borracho, recuerdas que tienes unos amigos de puta madre, te ríes, te echas fotos estúpidas, haces un poco el vándalo de madrugada. Nada. Pasas de dormir en casa. Mensaje. Te despides. Vas a su casa. Besos. “Como me gusta cuando duermes conmigo sin avisar”. Más sexo. Te fumas el último mientras miras el techo. Ella besándote el hombro mientras te agarra el torso. La agarras. La besas. La miras. Te sientes amado. Vuelves a mirar el techo. Te habla pero tú no escuchas demasiado. Le pasas el porro. Se acaba. Ella se duerme. No te apetece dormir. Sales de puntillas, para no despertarla. Te pones la ropa por el pasillo. Sus compañeros de piso siguen bebiendo en el salón. Te sientas. Bebes. Te ríes. Te pasan otro último porro. Estás agusto, estás cojonudamente. Pero no dejas de liar tabaco porque borracho confundes el ansia con el mono. Se van yendo a dormir. Te quedas el último, fumando un cigarrillo. Piensas en cosas que cambiarías de tu vida. Durante un segundo la respuesta es todo. Luego la lista se reduce a algo risible. “Demandas terroristas de un soñador a la vida” la titulas en silencio. Reprimes una carcajada. Sigues haciéndote reír a ti mismo. Buena señal. Vuelves a la cama. La abrazas. Te sientes bien. Pero alterado. Y piensas;  ¿De dónde viene esta ansiedad entonces? ¿Qué es lo que se me pide tan incesantemente y que no logro descifrar? ¿De dónde ha salido este agujero enorme que ahora me veo en el pecho? Ayer estaba cerrado, o al menos, escondido. Ahora lo miro fijamente y me planteo meter la mano y empezar a arrancar cosas justo en el punto en el que me duele; órganos, arterias, hueso, carne…de todo. Aunque dudo que el dolor esté ahí. Te revuelves en la cama. Cierras los ojos por fin y te duermes con el miedo de saber que al día siguiente despertarás y todo seguirá igual. Sin ningún puto sentido.

martes, 10 de diciembre de 2013

Joderme la vida.

Tenía un algo. Se le veía en los ojos. Pero en realidad era como un aura que desprendía. No sé. Sé que no tiene sentido pero estas cosas nunca las tienen fuera de ese preciso segundo. Inmediatamente me recordó a Natalie Portman en Cisne Negro. A Helena Boham Carter en el Club de la Lucha. A Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes. Tenía carteles luminosos por alrededor en los que parpadeaba en diferentes tipografías y tamaño la advertencia: “ESTA NO”. De repente no podía mover los pies. Me dejó clavado en mitad de la pista, mirándola moverse. Se agitaba hacia todas partes como una loca. Olía a que el mundo podía ser mío. Sus ojos se clavaron en los míos y me prometieron que no había nada por lo que mereciese la pena perderlo todo más que ella. Era un súcubo por el que Afrodita se entregaría a la oscuridad. Le sonreí y ella apartó la vista. Sonrío levemente mirando al suelo. En ese momento mi corazón, que supuestamente pertenecía a otra, me habló por vez primera y me dijo que jamás iba a salir de mi pecho y que tendría que cargar con él siempre. Que no era de nadie. Pero que la quería a ella. Que la necesitaba. Tanto que había decidido que desde ese mismo segundo iba a empezar a aullar y no pararía hasta que decidiera que era suya. Dejé la cerveza en la barra y cerré los ojos un segundo. Me di la vuelta con aire decidido y la sonrisa preparada. Alguien me cogió del brazo y me preguntó a donde iba.


-A joderme la vida-dije mientras andaba hacia ella. 

domingo, 8 de diciembre de 2013

Correrse en la ducha.

De repente estamos en el suelo revolcándonos. Me subo encima de Agustín y empiezo a darle besos en la cara. Alguien se tira encima de mí. Vuelvo a girar por el suelo. Me pongo de rodillas y veo que es Alex. Le agarro de las mejillas y se las retuerzo un poco. Agustín me pasa el brazo por los hombros y apoya la cabeza contra mi hombro. Somos un puto poema. “Oda a la amistad” por LSD. Me levanto y seguimos bailando. Hago el velocirraptor por ahí. Ni siquiera sé cuando ha terminado Cyberpunkers. Francisco me coge del brazo y me hace el gesto de ir al baño. Que gesto más universal pienso divertido. De camino voy saltando. Veo mucha gente mayor. Sobre todo tías. Muchas comidas de treinta y cinco. Les hago tonterías cuando paso cerca de ellas. Una me coge de la mano y me hace girar sobre mí mismo. Tiene los dientes destrozados. Me corta el rollo y me alejo con las manos en los bolsillos. Que ascazo me ha dado la pobre. Me siento algo mal por sentirlo pero lo siento. Verdadero asco. Cuando llegamos a los orinales portátiles nos refugiamos un poco y saco de la cartera el M. Nos chupamos el dedo un par de veces. Debe ser el tripi pero joder, está asquerosísimo. Necesito una cerveza. Voy a la barra a pedirla mientras sigo haciendo el idiota alrededor de la gente. La cerveza me obliga a estar algo más quieto y hablo con la gente. En un ratillo noto como el M me pega fuerte mientras el tripi sigue subiendo y subiendo en lo que parece no tener fin. No me asusta el tripi, de hecho me conozco y sé que cuando pare de subir voy a querer más y más. Ojalá nunca parase. Alguien me avisa de que nos movemos. Va a empezar Orbital. Tengo una sensación muy rara en las piernas. Pero tremendamente cojonuda. El Javi me pregunta qué he tomado. Se lo digo. Me pregunta cómo me siento. Intento explicárselo mientras veo que Josepo, Pablo y algunos más vienen a escuchar.

-¿Sabéis cuando te estás haciendo una paja de pie en la ducha y te corres?-les digo-Ese momento en el que te falla un poco la pierna porque te empiezan a dar como pequeños cosquilleos y espasmos. Pues eso siento cada vez que doy un paso.


No es exactamente esa sensación, pero se le parece mucho. Ellos se ríen. Me alejo haciendo un poco más el tonto. El Fran me coge y me dice que para Orbital mejor ir con el cargamento a tope. Nos separamos del grupo y acabamos el M. Chupo la bolsa. Después me la meto a la boca y la escupo al aire. La intento atrapar pero cae al suelo. Volvemos a buscar a los demás. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

En ese instante.

Cuando empieza a bajar con sus ojos clavándose en los míos y las manos agarrándome para que la note me doy cuenta de todo. En el instante en el que sus tetas me pasan por encima de la entrepierna y ella se aprieta aún más y baja más lentamente me doy cuenta de que no solo no hemos tenido jamás el control si no de que no lo vamos a tener en la vida. Igual son las hormonas pero en ese momento pienso que qué importa todo si yo ahora mismo exhalo en este suspiro la perfecta oda a la mujer mientras ella me desabrocha el pantalón con los ojos aún clavados en los míos. Quizás frivolizo mientras me los baja arrastrando también mis calzoncillos sin miramientos. O quizás generalizo pienso mientras me preparo para el contacto con su boca. Quizás no es extendible a todo mi género. Igual ellos no ven la belleza de este instante que sólo dura unos segundos pero para mí es la vida en el que yo me percato de que ellas jamás serán mías y yo siempre seré suyo.